sábado, 6 de diciembre de 2008

Mejor morir tumbadito que esforzarse a vivir levantado.

Si uno busca la palabra ocio en el diccionario, encontrará que tiene una doble significación. La negativa que designa el tiempo ajeno al horario del trabajo, o la positiva, con la que se refiere a las actividades emprendidas en este período extralaboral. Múltiples y variadas son las actividades que pueden considerarse como ocio: quedarse atrapado entre los cojines del sofá y los rayos catódicos del televisor, desinhibición moral en locales nocturnos, enclaustrarse para sudar conjuntamente mediante mecanismos estilizados, insultar a gritos a un hombre vestido de negro mientras éste ve como 22 personas juegan a fútbol, etc.

Suele llamarse a estas actividades de ocio como rituales de descarga. Son rituales porqué exigen una doble condición: la repetición y el ajuste a reglas procedimentales. A la vez, se dice de estos rituales que descargan porqué ayudan a soportar el cansancio y tedio del trabajo.

Hasta aquí es de suponer que no haya problema en aceptarlo, pero querría hacer una observación. ¿Qué es lo que nos molesta del trabajo? ¿La repetición de acciones? ¿Lo rutinario? ¿La falta de sorpresa? Esto tendemos a afirmar de modo casi mecánico, dando la impresión de que la aventura es el opuesto del trabajo. Pero si contra el asco laboral lidiamos con rituales de descarga ¿no significa que afrontamos el trabajo con más trabajo? Podemos aceptar que la aventura no es lo opuesto a la rutina, pero entonces que tiene de especial la actividad del ocio que la preferimos a la del trabajo? O en negativo ¿qué es lo que detestamos de trabajar, si reconocemos que no es lo rutinario?

Pudiera decirse que los rituales de descarga, en frente del trabajo proporcionan al agente placer. Pudiera también decirse que mediante este placer, el agente olvida el dolor y la angustia que el régimen del lugar del trabajo le genera. Aparece una diabólica dialéctica aquí. Pues si el placer del ocio sirve como compensación al trabajo, pasa después a ser uno de los motivos que nos impulsan a trabajar. Necesitamos ganar dinero para poder garantizarnos estos pequeños rituales de descarga. Lo que antes era un medio se convierte ahora en fin. Los rituales de descarga son pues también rituales de inicicación o de sujeción.

Sigamos anotando una segunda diferencia del ocio respeto al trabajo.
Podemos aceptar que la rutina no es la causa del malestar en el trabajo, puesto que los rituales de descarga también se basan en ellos y, sin embargo, dan placer. Entonces podemos ensayar una segunda explicación a la pregunta sobre qué es lo que diferencia el ocio del trabajo. Podría ser que lo que hace realmente desagradable trabajar es el hecho que el resultado de la acción no repercute directamente en la vida del ejecutor, sino de modo mediado -o alienado- en forma de salario. Esta es una respuesta de tipo marxista con bata de boatiné que pondría la alienación como criterio diferencial entre trabajo y ocio. Una crítica más actual diría que pensar el ocio como trabajo es ya fruto de la victoria del capitalismo, pues la lógica económica de la productividad penetra en todos los recovecos de la cotidianidad. En nuestro tiempo libre, seguimos alimentado el hambre del mercado. Un ocio encarado al consumo no es más que la victoria final del capitalismo.

Visto así lo más revolucionario es hacer el vago. Pero si la gandulería quiere ser realmente anti-sistema no tendría que limitarse al tiempo de ocio, sino penetrar de lleno todos los ámbitos de la vida. De este modo, podemos ver al escribiente Bartleby de Mellville como un pionero revolucionario. Alguien que se niega a que su vida se subordine a la lógica del provecho y esto, de modo tan radical, que sólo puede ser un auténtico acto de subversión, aquél que sea absolutamente inútil.

La tragedia de la revolución poscapitalista reside en que es efectiva en la medida que garantiza su propia inocuidad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La visión del trabajo no tiene porque ser negativa como la expresas y es mas creo que se tiende a dar esa visión al "obrero" para que busque su bienestar en el ocio y que gaste mas.
Que bonito sería escuchar a alguien decir me gusta mi trabajo.

Saludos,

Teodoro dijo...

Querido anónimo.
Le agradezco sobremanera su comentario. Largo rato he estado cabilando y le resumo aquí algunas impresiones.
Rechazar el componente negativo del trabajo y a la vez desear que todo el mundo estuviese feliz con el suyo podría parecer una contradicción. Pues se negaría la existencia de un hecho (lo tedioso del trabajo), al mismo tiempo que se expresa el deseo de que dicho estado no existiese, reconociendo entonces lo que en la primera premisa se ha negado. Sale de dicha contradicción presentando una tesis sugerente: el odio al trabajo tiene un origen ideológico y sirve de base al establecimiento de la sociedad de consumo.
Pero según esta tesis, el hombre habría empezado a odiar su trabajo justo en el momento en que apareció la socedad de consumo. Esto es discutible y más teniendo en cuenta que las jornadas laborales antes de las modernas sociedades de consumo eran larguísimas y tremendamente agotadoras.
Por otro lado, pueden pensarse situaciones dónde a alguien le guste su trabajo y sin embargo las jornadas laborales le agoten y le produzcan tedio impidiendo que el sujeto realice otros tipos de actividades. Pienso en un trabajo que repercuta en él, de orden personal y que es el que este texto pretendía apuntar negativamente.
Y un tercer apunte. ¿Es realmente deseable un mundo dónde la gente le guste su trabajo? Anhelar eso ¿no sería acaso desear un mundo completamente organizado por la lógica del sistema económico? Tiene algo de sombría lo idea de un mundo dónde cada individuo se sometiera sin reservas y con alegría a las exigencias del mercado.
Muy atentamente (y mucho más agradecido).

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en no valorar el trabajo, como "bonito" ni siquiera como tedioso... un dia que queria levantarme del sofa, consegui pensar en la crisis mundial... bueno para unos pocos no hay nada de crisis, ademas son amigos del estado, biendo mis recursos escasos y queriendo ir al banco a rebañar algo de dinero, pense como ir como empresario o como obrero. lo divertido es que el banco tiene muy biuen definido esta dualidad de clientes... al obrero prima su condicion de asalariado, y su capacidad de reproducir su fuerza de trabajo, y al empresario un plan de empresa rentable con sus lista de proveedores y clientes, logicamente hay que explicar que pagas y si estas alcorriente de pago a su amigo el estado...
Vi que todo esta atado y bien atado, resto tumbado en el sofa.
Erik Red

Anónimo dijo...

¿No será que nos cansa todo lo que nos encadena?

Todos deseamos pasar el dia tumbados en la cama sin hacer nada pero en el momento en que nos vemos obligados a hacerlo, quisieramos morirnos, ¿no?

Anónimo dijo...

cuanta razón tiene usted, simpático pinguino, pareciera que en esta sociedad solo tenemos dos opciones, alienarnos o ser alienados, o trabajas o descansas para volver a trabajar y en ese descanso esta incluido todo lo que hagas que no sea trabajar, yo tengo mas cosas que hacer, pero no puedo hacerlas o porque necesito dinero o porque estoy demasiado cansado después de conseguirlo , no somos mas que el material con el que se hace el vil metal/papel...

me alegra ver que alguien, aunque sea un pinguino solitario divagando en pantunflas, se haya dado cuenta.

antárticos saludos!!