sábado, 27 de junio de 2009

Pequeña apología de Lucifer

Que Lucifer es malo nadie lo pone en duda, aunque sobre las causas y efectos de esta maldad reina un completo silencio. Qué hace Lucifer para ser malo es una respuesta que se realiza en un sentido negativo. Nos incita a pecar condenandonos así al destierro eterno de los brazos de Dios. La maquinaria propagandística del ser supremo lleva siglos desacreditando al ángel caído y sospechamos que esta condena nunca fue ejecutada según el derecho a un juicio justo. Querríamos explotar los puntos enigmáticos de este mito con el fín de esclarecer un modelo ético.

Preciso sería recordar que Lucifer era un arcángel, más concretamente el de la belleza y que ésta ha sido durante largo tiempo unida con la verdad y el bien. Agreguemos ahora que “lucifer” significa en latín “el que trae la luz” y que en ciertos pasajes de la Biblia es una descripción usada para referirse a Jesús. No costará mucho ver que la luz suele ser una metáfora de la verdad. Tenemos ahora unos materiales suficientes para pensar que fuera cual fuese el motivo que llevó a Lucifer a llevar la contraria a Dios, quizá tenía un mejor fundamento que la soberbia como usualmente se achaca. Quizás Lucifer no quería suplantar a Dios, quizás sólo le llevó la contraria o le hizo notar que se equivocó.

Recapitulemos ahora y pensemos en el concepto de Dios. ¿Qué es Dios? Dios es el verbo, la palabra que crea la realidad y prescribe el orden. Entonces quizás el pecado de Lucifer no fue la desobediencia sino llevar la contraria, quizás lo que hizo Lucifer fue preguntar el porqué, poner en duda la validez absoluta del mandato divino, sugerir que otro orden es posible. Este fue su pecado que lo destinó a un exilio en el infierno. Allí; sólo, indefenso e impotente no pudo defenderse de la incesante propaganda divina que le acusaba de acostarse con niños y mujeres ajenas, robar y asesinar (no necessariamente en este orden) y multitud de actos enfermizos nacidos de la psique reprimida de los acólitos de Dios.

Segun lo dicho, lo luciferino no estribaría en actos aberrantes sino en el incómodo hábito de la crítica: buscar los supuestos que yacen bajo las ideas y mostrar a qué fuerzas obedecen. En este sentido podemos pensar lo luciferino como un proceder genuinamente filosófico consistente en buscar el saber de lo profundo.

Ya sea en la lucha platónica contra la “doxa”, esto es la “opinión” propia de un saber fundamentado en la sensibilidad que es ciego a lo esencial, ya sea en el espacio trascendental kantiano que navega en las condiciones de posibilidad de los actos cognoscitivos o en las genealogias del poder de los nietzscheanos, hay un hábito especificamente filosófico consistente en analizar ahundar y negar lo que es común y dogmáticamente aceptado.

Podemos ahora observar que la tan trillada expresión “tomarse las cosas con fiosofía” de obedecerse, llevaría a un mundo de sombras y rivalidades, puesto que estaríamos constantemente criticando a los otros y viviríamos sumidos en la sistemática incomprensión.

Cabría señalar que para decir que ante un problema irresoluble lo mejor es asumir una actitud de resignación heroica, no sería pertinente decir “tomárselo con filosofía” sino “con estoicismo” esto es, una escuela filosófica que defiende que “la libertad radica en la aceptación del destino”.

Sería bueno acostumbrarse a decir “con estoicismo” cuando apelamos a la calma, puesto que el filosofar consiste en dar voz con el pensamiento a todo aquello que la verdad silencia cuando se impone. Y este es un camino que conduce, como bien sabe Lucifer, a la soledad glacial de los infiernos.