jueves, 24 de julio de 2008

Post sobre el humanismo

El otro día topé con un comentario que me hizo cavilar. En un programa sobre literatura, un entrevistador alababa "el excelente humanismo del invitado". Este atributo me inquietó. En el modo en que lo utilizaba se daba a entender que el invitado era una persona que poseía gran cultura porqué amaba al ser humano. Parecía así que nos encontrábamos ante un filántropo con todas las de la ley. Pero éste no es realmente el caso.

El humanista es aquél que ama al ser humano. Esto poca gente lo discutirá, lo que no esta tan claro es el concepto de ser humano al que el neologismo “humanista” refiere. El ser humano en que piensan estos discursos es ni más ni menos que un hombre perfecto, con gran sensibilidad, estudios e impecable moralidad. Un humanista es un ser humano entrenado que niega su carácter de ser deseante.

Si aceptamos esta definición me atrevería a afirmar que no hay ningún humanista real, puesto que esta definición se sustenta en una imagen utópica y muy restringida del hombre.

Un humanista niega o minusvalora aquellos momentos miserables que quedan sumergidos en lo profundo de la conciencia. Emociones inconfesables con las que lidiamos cotidianamente: el odio extremo que nos despiertan ciertos personajes, envidia mal sana ante la suerte del amigo, sueños infantiles donde somos deseados por todo el mundo, situaciones sociales ficticias donde damos muestras de un poder abrasador…. En el interior de la vida emotiva de todo humano afloran y son negados estos sentimientos miserables a favor de un código moral.

La moralidad no es nada más que la internalización de una ley social muy útil para la convivencia y el orden. Quien actúa moralmente reprime las bajas pasiones que inevitablemente conforman su ser. Esto no es malo, pero es falso pensar que por ser moral uno deja de tener una dimensión ruin.

El sustrato miserable del hombre es lo que niega el concepto de ser humano. El humanista desea que estas pequeñas mezquindades sean totalmente erradicadas. Como un autentico fascista, el humanista quiere encauzar a todos los hombres en el patrón del ser humano. El humanismo es un sueño dónde todo el mundo sabe latín, reprime sus impulsos componiendo sonetos, a la vez que es crítico artístico y un competente conocedor de la teoría de las supercuerdas.

Ante el desprecio por estas altas cuestiones de la muchedumbre, la vanidad del humanista se irrita en extremo pues supone una elevada pérdida de fans potenciales. Ante la concupiscencia y atolondramiento de la masa, el humanista actúa con condescendencia que es, ni más ni menos, que el odio sádico de un espíritu refinado. Por eso sería apropiado decir que la misantropía es la otra cara de la moneda del humanismo.

martes, 8 de julio de 2008

El sueño

Tengo un sueño recurrente desde hace tiempo. Suele venir cuando como sardinas con escabeche para cenar. Me pregunto, sin embargo, si tiene algún significado concreto, a parte de ser índice de una mala dieta alimenticia.
En el sueño vuelvo a estar en el antártico. Tengo mi fabulosa máquina de escribir y cinco hojas en un blanco virgen. Me apetece escribir sobre algo, pero no sé qué. Oteo el horizonte y contemplo como una magnífica aurora boreal regala a mis ojos su maravillosa danza cromática.

Empiezo a escribir. Más bien a describir, “rectángulo imperfecto formado por una amalgama de rojos violáceos con esferas brillantes atravesados por uniformes líneas paralelas amarillas…”. Cuando llevo un rato, paro, lo leo y me desagrada profundamente. Es un mero intento de traducir a palabras la información de mi vista. Pero la belleza es algo más que un mera disposición de figuras y colores. Arranco la hoja y la tiro al agua. Lo bello aparece cuando una determinada disposición de un objeto suscita en mi ser una reacción.

Vuelvo a mirar la aurora y repico las teclas de la máquina con mis aletas: “El movimiento incesante de color ante mis ojos, me produce la certeza de la imposibilidad de retener este momento. Soy pequeño ante la majestuosidad de este fenómeno que existe indiferente a mi. Nuevos colores aparecen en el ondear del cielo, colores que nunca había visto antes y que nunca más probablemente, volveré a ver. Al sentimiento de pequeñez le acompaña un extraño sentimiento de dicha ante la idea de ser especial por poder apreciar la majestuosidad de este momento. Hay algo dentro de mi, que tienen su origen en el estómago y quiere expandirse, pero se encuentra con los limites de mi piel, una pequeña lágrima se escapa furtiva, mejilla abajo…”. Pura basura. Otra hoja al agua.

En esta descripción he dejado de lado a la aurora boreal para hablar de mi. La belleza es una comunión entre el espectador y la cosa que dice algo sobre el mundo. No un mero juego de masturbación visual.

Repito el proceso: contemplación del espectáculo natural i repique de teclas. “En las múltiples formas que este leviatán coloreado emprende puedo ver un gigante comiéndose peces, ahora como el gigante se transforma en un gran águila y un coche. Placer indiscutible en encontrar significaciones en el lento transformarse de las figuras. Como si de un astuto detective se tratase, encuentro los motivos ocultos, la esquiva necesidad de este deambular aparentemente –y sólo aparentemente- errático espectáculo”….¡Aaaaaaargh! ¡Al agua hoja! Estoy aprovechando los impulsos de la imaginación que la contemplación de la aurora me produce. Pero he caído en otro juego narcisista, dónde prescindo de hablar de lo irreductiblemente especial que es este fenómeno. Tampoco puedo hablar de este fenómeno sin ponerlo en relación con otras manifestaciones artísticas y contando que ofrece de nuevo éste…. A escribir: Como si el color de los cuadros de Rotko se fueran transformando en múltiples entes diferentes hasta convertirse en una amalgama de líneas y formas a estilo de Pollock. En esta transformación cinética se esconden potencialmente infinitas figuras mostrando aquel momento donde la impresión anhela expresivamente reconciliarse con su función figurativa….” ¡La madrequemeparió! Sigo sin entender lo que he escrito a pesar de haberla leído seis veces! En ningún momento he hablado del a fenómeno….es solo un ridículo ejercicio vanidoso de arrogancia cultural. Parezco un lamentable crítico intentado mostrar gratuitamente mis cotas de erudición.

Cuatro hojas flotan apaciblemente en el agua, sólo me queda una y ya no sé que decir. Tengo que ir con cuidado o….. De repente un gran brillo proveniente de mi espalda se apodera de todo mi alrededor. La luz de la aurora a aumentado. Hace calor y empieza a derretirse el hielo. Hace rato que este proceso había empezado, pero mis elucubraciones me convirtieron en ciego…… La máquina de escribir y la última hoja huyen con una placa de hielo flotante…. Nado rápidisimo. Tengo que escribir. Alcanzo la embarcación natural, preparo los dedos, miro por ultima vez la aurora boreal pero antes de poder escribir nada el hielo se funde por completo y yo y la máquina de escribir nos sumergimos. Intento agarrarla, para evitar que se pierda en la profundidad y lucho en vano para sujetarla. De repente me doy cuenta de lo inútil del esfuerzo: no puedo nadar, aguantarla y escribir al mismo tiempo. Además ya no hay nada sobre lo que escribir: sólo la oscuridad de un océano infinito. Una estratificación de transparencias percibida como una simple negrura.

Este sueño, como ya he dicho se repite a menudo. No consigo entenderlo. ¿Qué significa? ¿Es muestra de mi incapacidad para corresponder racionalmente a los hechos? o ¿una simple treta de la realidad para decirme que quiere sentirse libres del yugo de la significación?

¿Es acaso la belleza un ángel exterminador que combate la soberbia de la racionalidad humana? o ¿el índice de que lo racional no se agota en lo discusivo?



(Texto inspirado en la ilustración de evidenti)