sábado, 13 de febrero de 2010

Eros e Hibernación

Por una desconocida ley de la termodinámica, en invierno la oscuridad y el frío empujan los cuerpos al calor de los hogares. Al mismo tiempo, por el mismo principio, el espíritu se bate en retirada y abandona la tierra de nadie que colinda con la piel. A este movimiento introspectivo es lo que llamo hibernación y, contrariamente a lo que se suele pensar, es algo que afecta al alma.

En esta reclusión espiritual el individuo -en este caso yo- al desprenderse del entorno se queda solo consigo mismo: sus recuerdos, anhelos, situaciones posibles, dudas y miedos. Cuando uno no puede generar nuevas vivencias, hace un repaso y revive las antiguas, que, al aparecer como eco de lo pasado y perdido, siempre tienen algo de cortante y desgarrador.

Como cada invierno sufro el mismo “vía crucis” he acabado por construir un ritual personal. En el momento en que el gris se apodera del cielo, lleno la despensa de un ingente número de mandarinas, desempolvo de mi discografía todos aquellos temas cuya escucha despierta en mi interior un impulso melancólico, y mantengo a mi lado una abastecimiento generoso de lecturas. Así me paso los días: comiendo mandarinas y leyendo al ritmo de apenadas melodías, dejando que mi mente transite errática en los callejones de la memoria.

Hay un recuerdo recurrente al que concedo especial importancia. Cuando vivía en la Antártida, siendo yo un pingüino adolescente, mi madre me llevaba a ver cada noche invernal la aurora polar. Para ello llenaba su mochila de mandarinas y me conducía a lo que llamaba “su lugar secreto”, una especie de colina lejos del barrunteo banal de los demás pingüinos. Así nos pasábamos las noches, comíamos mandarinas y éramos arrebatados por el movimiento calidoscópico de la aurora austral.



A menudo, en el camino de vuelta, manteníamos la misma discusión a propósito de la belleza y del arte. Mi madre, pingüina sensible y pragmática, defendía que el arte era el modo que tenía el hombre para imitar la capacidad de la naturaleza de crear belleza. Yo en cambio, totalmente influenciado por mis torpes lecturas de teóricos formalistas, defendía que la belleza poco tiene que ver con el arte. Pues pensaba que éste consistía en liberar el potencial de transformación semántica mediante la interacción vivencial con artefactos.

Dicho de un modo más llano ¿la finalidad del arte es la belleza o el sentido? Esta disyuntiva puede parecer hoy como superflua y estoy seguro que la mayoría de los lectores no tardaran en defender que las dos posiciones guardan su momento de verdad. Realmente no es difícil estar de acuerdo con tal propuesta, lo difícil es saber cómo pensarla.

Ahora, pasados ya unos años, sospecho que a mi madre no le faltaba razón, aunque sigo sin tener claro qué es la belleza. Uno puede definirla como aquello que agrada a nuestra sensibilidad, pero no respondería al hecho que, a veces, la belleza es un estímulo intelectual y podría también confundir un objeto bello con la belleza. Conviene recordar que el arte a menudo representa bellamente fenómenos atroces. Este problema es lo que en la tradición filosófica se enmarca en la cuestión sobre lo sublime.

Sea lo que sea la belleza pienso que tiene que ver con una vivencia en la que se expresa una normatividad. La experiencia de lo bello tiene forma de un arrebato en el cual el objeto parece exigir que toda la realidad debiera parecerse a él. Mediante la belleza la realidad nos exige una forma. Nos hace claudicar a la voz de ¡Esto debe ser así!

Asumiendo como verdadera esta noción mínima de belleza, puedo ahora entender que clase de acción es mi proceso de hibernación. En este la belleza se transforma en un ritual, con el objetivo de modificar (semántica y emotivamente) el desgarro producido por la nostalgia en un sedante estado de melancolía.

Así, el pasado deja de ser un paraíso perdido y se torna un pequeño oasis encontrado, con el que recuperamos fuerzas para continuar la travesía.

9 comentarios:

Marta Olivé dijo...

Sí, l’estat d’hivernació és viscut com a bell perquè pren sentit, es fa necessari, per a continuar la travesia. La seva bellesa està, en certa forma, fora d’ell. Molt bonic el text i el vídeo.

Anónimo dijo...

Querido profesor, la belleza es la armonía y no se puede crear, su madre llevaba razón. El arte es la única herramienta para intentar imitarla. Recordar el pasado (especialmente en invierno) es lícito pero si a la vez no se aplica un riguroso exámen de conciencia, no deja de ser un pasatiempo.
Un placer leerle.
Oscar Patsí

Teodoro dijo...

Queridos Marta y Anonónimo Patsi, muchas gracias por su comentarios y lecturas. Es sumamente recofortante sentirse escuchado. La utilidad del comentario también revierte en uno mismo al ejercer la función de un espejo dónde uno puede valorar lo dicho reflejado en la mirada del otro y detectar así impresiciones expositivas.

Querría matizar el tipo de relación que la belleza y la hibernación, en mi caso, guardan. Como bien dice Marta lo bellos es externo a la reclusión invernal. La hibernación es para mi un estado de nostalgia en el que entro involuntariamente. Para evitar sus efectos desgarradores he articulado un ritual que utiliza el efecto de la belleza para apaciguar el dolor. Por lo tanto, la belleza no es ni el invierno ni el estado melancólico al que me induzco, es un elemento usado en el ritual.

Por otro lado, respeto al comentario del sñor anónimo Patsi. No es mi intención hablar aquí de lo que es la belleza -algo discutido sin resultados concluyentes a lo largo de toda la historia de la filosofia- sinó de uno de sus posibles usos.
Con esto llego a otro punto a discutir sobre el comentario del artivista.
Definir la belleza es algo complicado. Pensar la belleza como armonía es, según mi parecer, insuficiente, pues en este caso no se está diciendo qué es la belleza sinó cuáles tienen que ser las características del objeto bello. Estamos en una definición formal propia del canon clássico. La historia del arte y de la belleza ofrece numerosos ejemplos en que lo bello se forma justamente a partir de una ruptura con la armonía. (Piensése en el arte de vanguardia).
No obstante uno puede, evidentemente, tomar la armonía como principio rector de sus actividades artísticas y vitales. Pero como definición mínima de la belleza creo superior la de “vivencia normativa” porqué expone algo que es nuclear de tal concepto. Esto es, que es una relación muy específica entre “un sujeto y un objeto”, dónde aquél toma a éste como un tipo de norma formal capaz de transformarle mediante un anhelo de fusión.
En lo que respeta a la segunda observación. En la necesidad de implementar la hibernación con la reflexión moral tampoco estoy muy de acuerdo. Como ya he dicho el invierno es algo doloroso e involuntario y el objetivo del ritual es allanar este factor agresivo y no un progreso o mejoramiento moral de mi persona. Éste puede ser -o no- una exigencia que uno asume en su día a día, pero no necesariamente tiene que darse en el ritual para la hibernación. Por otro lado, soy también partidario de defender que nuestras acciones puedan no tener una útilidad o fin moral ni político. De un modo un poco abstracto podría decir que asumo la necesidad de llenar la vida diaria con lo que usted llama “pasatiempos”, a fin de dejar de evitar subyugar a ésta bajo el control de la voluntad racional. Asumo pero, que este motivo idiosincrásico puede ser interpretado -no sin razón- por las personas de acción como usted y su glamurosa amiga Karenina como un intento de justificar la frivolidad y la apatía…. Que los dioses juzguen.

Diego dijo...

Pues yo creo que el arte sirve para crear objetos bellos. De todas maneras creo que la línea entre el arte y la tomadura de pelo cada vez está más difusa (esos "artistas" que hacen esculturas con mierda o placenta humana.) La belleza es muy relativa.

Marta Olivé dijo...

Gracias Teodoro, muy interesante, aunque un poco confundente. Antes de su comentario me había quedado con la imagen del oasis y pensaba que el ritual debía su belleza al hecho de ser puesto en relación con su entorno (el camino recorrido y el camino aún por recorrer). Ahora se me antoja que el oasis, la vivencia de su ritual como algo bello, es decir, como algo que “debe ser”, pone al oasis en el punto de mira y coloca al trecho de desierto a su merced. Previo a todo ello queda la pregunta: ¿esa vivencia cargada de normatividad, la experimenta usted como bella en sí misma o sólo en relación con lo externo a ella? Una vida en que se encadenaran vivencias experimentadas como “así debe ser” ¿seria experimentada como bella?. Si así fuera, ¿cómo se experimentaría la belleza, sin un “afuera” para este “dentro”? ¿No sería como ahogarse en el mar en lugar de reposar en un oasis?. Quizás podemos tratar de superar esta aporía despolarizando la cuestión: los humanos disponemos de rituales que nos permiten experimentar ciertos grados de belleza en nuestras vivencias. Las vivencias son siempre puestas en relación unas con otras, y esa comparación resulta involuntaria e inevitable: aunque a veces muy a su pesar, el ser humano desea ir siempre “más allá”. Ese ritual que usted describe ¿podría entonces ser entendido como una lucha por dar sentido y fuerza a su presente?
Así me parecía... pero no: esta lína de argumentación se rompe y llego a lo confundente cuando leo en usted que ese ritual es "involuntario"...

enricpp dijo...

Megusta el escrito, y sobre todo el video.
Con el tiempo, vaya con la edad, el ritual no necesita de cielos grises si no de situaciones grises, callejones sin salida aparente, momentos de desorientacion etc.
quizas la busqueda del recuerdo es recurrir a nuestra formacio o programacion egoica, una posible respuesta. Por cierto prefiero el chocolate a la mandarina.
La belleza yo la vivo como un ejercicio de empatia hacia lo contemplado, la cara del caballo del Guernica la encuentro de una expresibidad y belleza interesante, quizas es solo para mi, pero reflexiono que lo que significa en su dramatismo no es nada bello. En fin supongo que queda mucho por escribir sobre el tema.

Evidenti dijo...

Les mandarines a l'hivern ja tenen pinyols. Seria convenient 'anar al lloro' per no empassar-se'n algun.

http://www.mysoti.com/mysoti/product/717367

;)

SenerAkaManin dijo...

ciertamente la belleza radica en lugares inhóspitos. Encontrandola en materiales en si, creados por el hombre o la naturaleza, en el concepto o la idea. Me encanta esa relación entre la hivernación y lo bello. También la sufro...

Anónimo dijo...

Des de l' Antàrtida ,
estimat pingüinet ,

Com un encantador de serps crides i enfiles les paraules per a formar un bell discurs .Quina bellesa hi ha en els objectes que estimem ; la natura que sentim ,els records que falsificats per la memòria evoquem o les percepcions que alegries i tristeses ens procuren !

Aquesta bellesa construïda des de la nostra mirada, ens fa un regal magnific . A la manera d' un focus ens descobreix i transforma un objecte ,un paisatge , una persona, o instant com a únic i bell.

En tot , el que més em sorprèn dels humans són els mitjans des dels que retornen o renoven aquests instants únics i bells ; una magdalena, Tipasa o unes mandarines .